Abrir una editorial implica emprender tareas muy arduas, es lo primero que hay que saber. Ya iniciado el proyecto, remar sus aguas caudalosas puede remitir a tempestad indómita en el mar, pero también a un viaje submarino con panoramas deslumbrantes.
Es tedioso y necesario mencionar en pocas líneas los avatares que hubo durante el devenir. Recordar caminos budistas pudo simplificar o hacer el intento de solucionar las cosas. Un punto y una coma fuera de lugar podían representar idas y vueltas ─entre diseñadores y editores─ que duraban días enteros. Y estamos hablando de cuatro personas, a las que se suman los autores, los prologuistas, y un punto y una coma que se diluían entre la inquietud, la paciencia o la entelequia.
Hay crónica y memoria profunda hacia el amigo trotamundos que ya no está, devuelto a los lectores por medio de una autora-faro. Hay cinco voces entremezcladas en el inclasificable y afortunado palimpsesto de ajedrez poético, una rareza de lo más deliciosa. Hay teatro original y prosaico y búsqueda existencialista abierta las veinticuatro horas de un día.
Consideramos que el resultado ─traducido finalmente en estos libros─ es la síntesis de un trabajo minucioso. Sabemos también, sin temor al titubeo o rubor ajeno, que la gente reunida en torno a Sátira y Musa es algo muy parecido a un dream team.

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