Sátira y Musa y la corrección de estilo (1)
La corrección ortográfica y de estilo de un texto es un paso
imprescindible para publicar un libro. El libro perfecto no existe (tal vez los
de Cervantes, pero eso es algo que ya ingresa en el terreno de la subjetividad)
y los libros libres de correcciones...tampoco. Los pequeños pifies, errores u
horrores que pueden aparecer en una obra, en el proceso de escritura, se deben
a la concentración o falta de concentración sobre el argumento, a dejar correr
el impulso creativo de las palabras y su música, sin detenerse, o algún olvido
de índole gramatical u ortográfico. También a cierta pelea cuerpo a cuerpo con
los acentos, a rendirse sin más a las decisiones fundamentales (“decisiones”,
¿va con ce o con ese?) a las citas en idiomas distintos del propio, que llevan
acentos con inclinaciones varias y hasta dos por palabra (un exceso, dirá el
argentino o lector exclusivo del castellano poco asiduo a las lenguas
extranjeras) diéresis, apóstrofos y una variedad de variantes variopintas
(¡cacofonía, cacofonía!). En la cocina de un texto, entre escritores,
diseñadores, diagramadores, correctores y editores pasan cosas, esto nos hace
acordar a la película “La fiesta Inolvidable”, de Blake Edwards y con el
entrañable Peter Sellers, en donde las escenas de la cocina se entreveían cada
vez que la puerta vaivén dejaba al descubierto las controversias entre el
personal. Amig@s, no se cede tan fácilmente un adjetivo, ni una coma por un
punto y coma, ni una palabra a la que se quiere como un talismán, el hijo o la
hija pródiga o el gatito que ronronea junto a nuestra almohada. No. De puro
lúdicos mostramos aquí, en esta primera entrega sobre las correcciones que
“sufren” l@s autor@s, algo de ese proceso entre los textos, y que ya pensamos
como un género en sí mismo, o algo así. A modo orientativo: lo que va dentro de
los paréntesis en letra itálica, son los comentarios del corrector/a dirigido
al/la escritor/a del texto.